martes, 25 de noviembre de 2014

Miss Sarajevo





Bosnia-Herzegovina. Un lugar que parece que fue creado para que saliera en las noticias. Un lugar que parece que no tiene que existir más allá de las pantallas. Vamos, que yo oía la palabra Bosnia e inmediatamente me venía a la cabeza la guerra, los cascos azules y el Festival de Eurovisión (la Bosnie-Herzegovinne, dix points). Pero parece ser que Bosnia existe y la gente vive más allá de la guerra y pasea y sonríe y tiene hijos y yo, este fin de semana pasado, y a pesar de haber tenido siempre la certeza de que era un lugar al que nunca iba a viajar, he tenido la oportunidad de visitar Sarajevo durante 48 horas de solterismo hermanil. La pobre Sarajevo efectivamente existe aunque supongo que 4 años de asedio ininterrumpido hizo dudar a su población de su existencia futura.

Llegamos a la ciudad al mediodía de un viernes soleado. El aeropuerto es pequeñito pero enseguida pasamos el control de pasaportes, recogemos el equipaje y cambiamos moneda. Todo fácil y rápido. Nos espera una furgoneta del hotel con un chófer de unos 50 años con cara de buena persona. No puedo evitar pensar qué fantasmas continuará viendo cuando cierra los ojos. El trayecto hasta el hotel es rápido: hay poco tráfico y las distancias no son muy grandes. Pasamos por una gran avenida bastante gris, tristona, de aspecto soviético, con edificios altos y feos marcados de metralla y proyectiles, como cicatrices que todavía no han tenido tiempo de cerrarse. Entonces todavía no lo sabemos pero aquella avenida es la tristemente conocida como la Snipers Alley, o Avenida de los Francotiradores.
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A lo largo de esta avenida los paramilitares serbios se atrincheraban en las azoteas de los edificios y disparaban sobre la población civil. Se dice que cobraban 300 dólares por cada muerto. Pero había algunos que eran tan patriotas que mataban gratis, todo un detalle. En esa misma avenida está el emblemático hotel Holiday Inn, un bloque de cemento amarillo y de aspecto comunista que albergaba a la prensa extranjera desplazada a la ciudad para cubrir la guerra. 




Llegamos por fin al hotel, que lo tenemos situado en el casco antiguo de la ciudad, Bascarsija, y que es un entramado de callejuelas adoquinadas de reminiscencias turcas salpicadas de mezquitas, cafeterías, narguiles de sabores, tiendas de dulces con miel y pistachos y comercios tipo bazar. Esta parte parece menos gris y más amable que lo que hemos visto hasta ahora y nos mejora el ánimo considerablemente.

Llevamos dando tumbos por el mundo desde las 5 de la madrugada y estamos cansadas y muertas de hambre así que vamos en búsqueda y captura de Zeljo, el restaurante que nos han recomendado para comer el mejor cevapcici de la ciudad. El cevapcici es un plato tradicional bosnio que consiste en una especie de pan plano, similar al pan de pita pero más grande, más grueso y con más miga, relleno de carne picada especiada, cebolla picada y queso feta. Muy ligero y digestivo. De toda la vida de Dios que semejante experimento ha de ir acompañado de una cerveza (y de las grandes) pero en Zeljo no sirven alcohol y nos zampamos nuestro cevapcici acompañado de un vaso de yogur líquido (por aquello del donde fueres y tal).




Después de comer callejeamos un rato en busca de Insider, la agencia a la que hemos contratado un par de visitas guiadas. La de la tarde del viernes es gratuita y se supone que ha de ser una primera toma de contacto con la ciudad. Nos recibe un chavalín de unos 22 o 23 años, rubio, mono, con ojos azules y que nos hace ser conscientes de nuestra abrumadora colección de prejuicios ya que nos choca que sea musulmán (como la mayor parte de la población de la ciudad, por cierto), que habla un inglés precario y que después de que su primera anécdota sea algo relacionado con un futbolista pobre de la ciudad que fichó por el Manchester City, se hizo rico y le compró un taxi nuevo a un taxista o algo por el estilo que no acabo de comprender, me percato de que aquel chico sabe tanto de la ciudad como yo. Bueno, al menos es gratis y nos sirve como mínimo para situarnos un poco.

Pasamos por el puente que se convirtió en el escenario donde se inició la Primera Guerra Mundial, vemos la parte austro-húngara de la ciudad (es curioso como en apenas 50 metros, en una misma calle, se pasa de los adoquines, las calles laberínticas y las mezquitas a las calles ordenadas de estética puramente centroeuropea, una calle que no desentonaría en ninguna ciudad de Austria, Hungría o incluso Alemania) y cómo conviven en aparente (aparente) armonía catedrales católicas, mezquitas islámicas, iglesias ortodoxas y sinagogas judías.




Después del pseudotour aprovechamos para tomarnos, esta vez sí, una merecida cerveza, mientras vemos pasar a la gente, en apariencia tan igual a nosotros pero con un fondo tan trágico que no sé si es mejor no conocerlo. Callejeamos, comemos pistachos y avellanas y nos vamos a cenar a la Vinoteka Sarajevo, un restaurante súper fashion en el que hemos reservado mesa porque claro, ya se sabe, los viernes por la noche la gente sale y tal. Hay dos mesas ocupadas en todo el restaurante, que además es enorme. Cenamos estupendamente, eso sí.


TIMES OF MISFORTUNE


Tuve un profesor de filosofía en la facultad que nos contó que, en realidad, el mal no existe y que, en todo caso, lo que existe es la ausencia de bien. No creo que este chico haya estado en Sarajevo porque allí no era suficiente la ausencia de bien. En Sarajevo, entre 1992 y 1996 existió el mal, una maldad tan evidente, palpable y terrorífica que es imposible negarla o matizarla. Si el infierno existe ha de ser algo muy parecido a Sarajevo durante los 4 años en los que estuvo infamemente cercada.

El sábado por la mañana tenemos una nueva visita guiada. Esta vez, por suerte, tenemos un guía competente. Nuestro guía se llama Nermin y Nermin nos cuenta muchas cosas:

- Que tiene 40 años y dos hijos. Que en 1992, con 18 años recién cumplidos, se alistó voluntario a la policía militar del ejército bosnio porque quería proteger a su madre y a sus dos hermanos menores. Que él no odia a nadie y que la única solución para un futuro en paz es el perdón. Que él perdona pero ni puede ni quiere olvidar.

- Que en 1984 Sarajevo era una ciudad feliz e ilusionada ante la perspectiva de la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno. Que, por una vez, musulmanes, ortodoxos, católicos y judíos unieron fuerzas para rezar a sus dioses respectivos la noche antes de la inauguración de los Juegos para que nevara sobre una ciudad sobre la que, por una vez, no había caído ni un solo copo de nieve. Al día siguiente Sarajevo amaneció totalmente cubierta de nieve. Debió de ser una de las últimas veces que la ciudad tuvo ganas de sonreir.

- Que, objetivamente, el mariscal Tito fue un dictador pero que la gente de Sarajevo se negó a cambiarle el nombre a la avenida, una de las principales de la ciudad, que lleva su nombre. Porque Tito manejaba un estado ficticio, si se quiere, una unión artificial de pueblos que no se querían. Pero por lo menos no se mataban. La realidad puede que no fuera buena pero la alternativa fue infinitamente peor.

- Que en abril de 1992, las colinas que rodean la ciudad, se llenaron de militares y paramilitares serbios que se divertían volviendo loca a la población civil, lanzando aleatoriamente granadas y otros proyectiles sobre la ciudad. Durante 1.425 días. Aprovechando las colas que se formaban para recoger agua o ayuda humanitaria. O los días de mercado cuando había algo que comprar. O las escuelas. O los hospitales. O las maternidades. Que murieron más de 11.000 personas durante el asedio. Que los serbios comentaban que los civiles que huían parecían, vistos desde arriba, conejos que corrían asustados y era divertido dispararles.


 
- Que el 80% de las ventanas de la ciudad se quedó sin cristales y tenían que cubrirlas con unos plásticos que eran insuficientes para resguardarse del frío. Que no había agua, ni luz, ni comida. Que la gente quemaba sus muebles, sus libros e incluso los suelos de parquet en hornillos improvisados  para calentarse y cocinar. Que, por supuesto, floreció el mercado negro ya que la falta de escrúpulos se encuentra cómoda entre la necesidad y la desesperación.

- Que el fuego serbio alcanzó la biblioteca nacional y destruyó por completo 2 millones de libros y documentos en un incendio que duró 5 días. Después, la ciudad amaneció cubierta por un manto de nieve gris, que eran las cenizas de todo el papel que se quemó. Actualemnte la biblioteca está de nuevo reconstruida pero no tiene ningún libro.




- Que durante el sitio se pusieron en escena más de 200 obras teatrales porque la gente quería vivir y soñar y expresar su ira y su miedo. Que Susan Sontag pasó un par de meses en la ciudad dirigiendo Esperando a Godot. Que se organizó el festival de cine de Sarajevo y cuando se le preguntó a uno de los organizadores el porqué de montar un festival de cine durante una guerra él respondió con otra pregunta...el porqué de montar una guerra durante un festival de cine.

- Que la comunidad internacional se sentó a ver qué pasaba. Que, escudándose en una supuesta neutralidad, tomó de hecho partido hasta que ya fue demasiado tarde. Que a los boinas azules les llamaban "los pitufos". Que llegaba ayuda humanitaria en forma de alimentos y medicamentos caducados y pastillas contra la malaria, súper útiles porque todo el mundo sabe que Sarajevo es famosa por su clima tropical y sus mosquitos portadores de malaria. Pero a ver, que sois pobres y estáis en guerra, no es cuestión ahora de ponerse exquisitos. Que la actuación de la delegación holandesa de Naciones Unidas en Srebrenica fue de vergüenza y, de hecho, comportó la dimisión en pleno del parlamento holandés, un hecho que no dejó de ser de cara a la galería porque igualmente estaban previstas unas elecciones en breve.



- Que cavaron un túnel que comunicaba los barrios de Dobrinja, bajo el sitio, y Butmir, fuera del sitio y próximo al aeropuerto, en manos de Naciones Unidas. Así podían hacer llegar a la ciudad la ayuda, las armas, la comida y los medicamentos procedentes del exterior. Cavaron el túnel a mano, 24 horas al día, 7 días a la semana durante 4 meses y 4 días. Cuando lo terminaron tenía 800 metros de longitud, un metro de ancho y alrededor de un metro y medio de alto. Yo, que mido metro y medio, me tenía que agachar así que no quiero ni pensar en aquellos tíos que me sacaban 2 cabezas y encima iban cargados con mochilas de 40 kilos y el agua que les llegaba a las rodillas.


- Que, actualmente, la corrupción es uno de los mayores problemas del país. Que hay un 44% de paro y el salario medio está aproxiamadamente en 350 - 400 euros mensuales.

- Que la guerra en Croacia y en Eslovenia terminó pero la guerra, en Bosnia, sólo se ha detenido. Que por nada del mundo quiere que sus hijos tengan que luchar pero que él está dispuesto a enfrentarse al enemigo.



Después de tan alegre visita y tras una reconfortante sopa calentita decidimos rematar el día visitando una exposición sobre la matanza de Srebrenica y el sitio de Sarajevo. Las fotos son espectacularmente duras pero preciosas. Dan aquella sensación de no querer mirarlas pero no poder dejar de hacerlo. No sé si  podría dormir si yo fuera la fotógrafa. También vemos dos documentales, uno sobre Srbrenica y otro sobre el sitio, Miss Sarajevo. Este documental se hizo famoso porque antes de su emisión llegó a manos de Bono, de U2, y compuso la canción que lleva el mismo título y que cantó a dúo con Pavarotti. Se llama así porque durante el asedio se organizó un concurso de belleza en el sótano del Holiday Inn. Las pantallas de los televisores se llenaron con chicas en bañador que sujetaban una gran pancarta que rezaba "Don't let them kill us". El documental habla del concurso, del sitio, del infierno, de la muerte en vida, de la resistencia. Welcome to hell. Pobre, pobre Sarajevo.

http://www.veoh.com/watch/v28822914wwMa7KMB

Nermin nos contó que en Bascarsija hay una mezquita que tiene una fuente. Dicen que quien bebe de esa fuente va a volver seguro a Sarajevo. A mí se me olvidó beber pero espero que eso no signifique que no voy a volver, que 48 horas no son nada.