jueves, 31 de julio de 2014

Corazón, corazón




Yo no sé cómo no aprendo la lección y sigo comprando revistas del corazón si sé que es hojearlas e irritarme viva. En mi defensa diré que sólo compro revistas del corazón cuando voy al aeropuerto y, muy a mi pesar,  en los últimos 4 años he pisado el aeropuerto solamente en 4 ocasiones, así que la pérdida neuronal ha sido moderada.
El pasado finde he estado en Roma con elamantesposo. Como le hemos perdido la práctica a eso del viajar, llegamos al aeropuerto con tiempo de sobras de ir a Roma andando y, además, el vuelo salió con retraso. Para mi regocijo dispuse de tiempo para pasear por ese centro comercial en el que han convertido el aeropuerto (dos cosas que me llaman la atención de los aeropuertos: una, que siempre hay tiendas de Desigual, cuyo éxito aún no alcanzo a comprender y, dos, los Toblerone gigantes. Lo que impulsará a los viajeros de todo el mundo a comprar barras de Toblerone de dos kilos como si tuvieran que alimentar a cuarenta y tres familias del opus es algo que está todavía por estudiar). Total, que me compré el Hola y me senté relajadamente a leerla.
Mal. Empezamos mal. Los de la revista Hola tienen la mala idea, porque es de ser mala persona, de empezar cada número con reportajes de casas de megamillonarios. Pero de muchos millones. No de un actorcillo de tres al cuarto, no. De millonarios de esos que ni queriendo se acaban los dineros. Y claro, se hacen unos casoplones. Yo lloro cada vez. Y esta vez todavía lloro más fuerte, casi con hipidos y mocos y todo. Una casa, mi casa, en Mykonos. ¿Qué más puedo decir? Que anda que si fuera mía también iba a salir en las revistas, por los huevos.
Y bueno, luego ya, pasado el disgusto inicial, lo que viene siendo una revista de cotilleo estándar: que si Sara Carbonero en biquini, que si Norma Duval se casa (¿hay algo más rancio que las noticias sobre Norma Duval?), que si Paula Echevarría con sus megaestilos estilosos soy-divina-pregúntame-cómo, consejos de cómo evitar los juanetes y cómo hacer guacamole light en tostadas de pan sin trigo ni sal ni pan ni nada con sólo 20 calorías, que engordar no engorda pero es una mierda integral y por eso no engorda, porque no te lo comes. The usual.
Por fin, el reportaje estrella de pereza extrema de gilipollez supina y de buenrollismo súperbien todo – cuchipandi – molamos y somos pijos y vosotros unos pringaos: el bautizo de la hija de Amaia Salamanca. Concepto Amaia Salamanca: Amaia Salamanca es una actriz, no sé si buena o mala porque nunca la he visto actuar. Monísima, eso sí, las cosas como son. Bueno, pues un día Amaia se ligó a un tipo, un tal Rosauro Varo, que ni pajolera idea de quién es ni a qué dedica el tiempo libre. Pero un tío que se llame Rosauro ya te tiene que poner alerta. Vamos, que me pone ojitos un tío que se llama Rosauro y no tengo campo para correr. Porque Rosauro nació con náuticos y un polo con la bandera rojigualda en el cuello, seguro. Y con un jersey celeste anudado sobre los hombros. Segurísimo. Pero es que aunque seas una mujer poco avispada en general y el nombre no haga saltar ninguna alarma en tu cerebro,  ver la pinta de pijo de nuevas generaciones del susodicho te ha de inhibir cualquier idea de apareamiento que pudieras llegar a tener.
Bueno, pues Rosauro y Amaia se palpaban de vez en cuando, al parecer, y de aquellos roces nació una niña: Olivia. Que siendo una pareja divina, ¿cómo le vas a poner a la niña? Pues Olivia. Lógico.  Hace unos cuantos días, cuando la pequeña Olivia tenía 3 meses, la bautizaron en Marbella. Sus padres, como son divinos y se relacionan con otros divinos, invitaron a todos sus chupiamigos. Como ir a la iglesia y comer después cuatro canapés parecía poca cosa para tan magna compañía, el bautizo se celebró con tres festejos. Tres. Como las bodas gitanas pero en fino. El viernes por la noche montaron un cocktail en la playa y se pidió a los invitados que fueran vestidos de blanco. El sábado al mediodía bautizaron a la niña. Y por la noche montaron otro fiestón para “brindar por Olivia”. Hay que tenerlos cuadrados. Debe de molar celebrar el bautizo de un hijo sin el hijo. Vaya, que lo mismo me equivoco y la niña estaba de cuerpo presente, pero no me imagino a Olivia, con sus tres tiernos meses, gintonic en mano brindando con el hijo de Aznar, que se ve que estaba. A mí se me ocurre que la niña estuvo en la iglesia porque no quedaba más remedio y se fue a casa con la abuela o con la nanny de turno. Como en las bodas, que el novio va porque tiene que firmar porque si no, casi que se podría quedar de cañas con sus colegas para el caso que le hacen, al pobre. A ver, que si quieres irte de fiesta, pues oye, allá cada cual. Que anda que cuando mi hijo tenía 3 meses estaba yo para mucho cocktail y mucha fiesta nocturna, si iba arrastrándome por los rincones y buscando algún mafioso a quien vender mi alma a cambio de un par de horas de sueño. Pero bueno, que igual Amaia es mucho más apañada que yo y con tres meses se ve capacitada para irse de farra. Pero dilo. Qué mierda de brindar por Olivia ni ocho cuartos? Allí lo que había era una concentración de pijos con una buena excusa para pasear palmito y cambiarse tres veces de modelito, hacerse selfies y hablar de sus vacaciones en Ibiza. Inciso: ¿qué llevará a las pijas de hoy en día a ir con unos pelos como si hubieran terminado de levantarse de la cama? ¿Es un fenómeno del que sólo yo me he percatado? Las ves a ellas estupendísimas, estilosísimas, con unos zapatos ideales, monísimas, delgadísimas...pero con unos pelos que dices, chica, vete a la peluquería que van a estar los del Hola! Pues no, ellas allí todas despeluchadas. Y desconjuntadas. Ahora para ser glamourosa se ve que tienes que ir con pantalón de flores, top de lunares y zapatos de leopardo (perdón, con "animal print"). Que si me lo pusiera yo parecería que vengo de hacer malabares en algún semáforo, pero si lo lleva Paula Echevarría es una trend setter. Tócate los pies.
Yo qué sé, a lo mejor es un poco de envidia en el fondo porque yo no me tomo cocktails en la playa de Marbella. Ya me gustaría. Y sí, cada uno con sus hijos, sus dineros y su vida hace lo que quiere. Pero como el blog es mío pues lo mismo, digo lo que me parece. 
Vaya tochazo me ha quedado al final. Sólo una última cosa: Amaia, para cuando celebres el bautizo de tu segunda hija, Valentina, por ejemplo, acéptame el consejo y obvia el tema de los invitados vestidos de blanco, que está muy visto ya y eso lo sé hasta yo.

jueves, 24 de julio de 2014

Pensar en la muerte (segunda parte)




Esta es la segunda parte de la entrada sobre la guerra en los Balcanes, que surgió a raíz de una columna escrita por Clàudia Rius: http://lacolumna.cat/cada-11-de-juliol-penso-en-la-mort#.U8P_6rHm5Hg
Mientras tenía lugar la guerra de Croacia, en marzo de 1992 fue Bosnia-Herzegovina la que declaró su independencia de Yugoslavia. De nuevo esta declaración fue reconocida por la Unión Europea pero, otra vez, todo acabó en desastre ya que los serbobosnios (los serbios que vivían en Bosnia y que representaban, aproximadamente, el 30% de la población total) no estaban de acuerdo con la independencia. De hecho, los serbios no participaron en el referéndum del que resultó  esta independencia.  Milosevic, además, en su sueño de crear la “Gran Serbia”, quería apropiarse de las regiones bosnias con población serbia y era un tío que tendría otras cosas, pero escrúpulos, más bien pocos.
Igual que en Croacia, donde previamente a la independencia los serbocroatas habían autoproclamado la república serbia de Krajina, en Bosnia los serbobosnios crearon la República Serbia de Bosnia – Herzegovina, conocida más adelante como República Srpska.
Pero no sólo los serbios se montaron su chiringuito: los croatas de Bosnia (que configuraban alrededor del 18% de la población total), alentados y apoyados por el gobierno de Croacia, crearon,  a finales de 1991, la Comunidad Croata de Herzeg-Bosnia como entidad propia a nivel político, cultural, económico y territorial dentro del territorio de Bosnia-Herzegovina.
El conflicto estaba servido.
Los líderes nacionalistas se reconocieron incapaces de conseguir una convivencia multiétnica y lo que pretendían era fragmentar el país y quedarse cada uno con su trozo para anexionarlo a sus territorios “madre”. Así, los serbobosnios querían su parte del pastel para anexionarlo a Serbia y los bosniocroatas el suyo para unirlo a Croacia. Pero había un pequeño detalle sin importancia, al parecer:  había  gente que no era serbia ni croata y, claro,  estorbaba. De modo que serbios y croatas pensaron que, bueno, que masacrar a unos cuantos bosnios era un daño colateral, un mal menor en el glorioso camino de creación de grandes naciones. Pero no era nada personal.
El ejército serbio rodeó la ciudad de Sarajevo y la mantuvo sitiada durante 4 años. Sarajevo cuenta con el triste honor de haber experimentado el sitio más largo de la historia de la guerra moderna. La idea era machacar a la población civil mediante la intimidación y el terror para que el gobierno bosnio cediera. Las azoteas de los edificios se llenaron de francotiradores, de manera que cualquier persona que saliera a la calle a buscar comida o agua o a visitar a algún familiar o, simplemente, a dar un paseo, tenía muchos números de terminar con un tiro en la cabeza. Como supongo que las mentes pensantes que decidieron que la guerra era una buena idea llegaron a la conclusión que con los ejércitos disparando por ahí no tenían ni para empezar, se reclutaron a grupos paramilitares, básicamente fanáticos, mercenarios y mafiosos. Lo mejor de cada casa, vaya. Pero supongo que para ir por los pueblos violando sistemáticamente a las mujeres, masacrando hombres, asesinando niños y  quemando casas sin que se te mueva una pestaña y celebrándolo después con una cervecita se ha de ser de una pasta especial. Porque hasta en una guerra hay leyes y cosas que están mal, porque en la guerra no todo vale.
A mediados de 1994, bosnios y bosniocroatas decidieron dejar de matarse entre ellos y se unieron para enfrentarse a los serbios. Una buena noticia, desde luego. Pero a mí, no sé, estas cosas me dan que pensar. Es como si no pasara nada, en plan, venga va, paramos ya, llevamos meses matándonos, torturándonos y odiándonos. Pero ya está, mira, hacemos las paces y pelillos a la mar, sin rencores. Como si no pasara nada. Como si no importara. En serio, ¿para qué cojones ha servido todo esto? ¿Para qué se ha muerto tanta gente? ¿Qué se ha conseguido? ¿Alguien ha salido ganando algo? Murieron más de 100.000 personas solo en la guerra de Bosnia, hubo más de un millón de desplazados, 40.000 mujeres fueron violadas. Que ya de por sí es malo y no hay ningún objetivo que lo justifique. Pero es que, encima, ¿cuál fue el objetivo? Fue la muerte por la muerte, por conseguir el sueño de cuatro locos enfermos con aires de grandeza y un enorme complejo de inferioridad. La gran Serbia, la inat, la gloriosa Croacia, la épica, la grandeza de los pueblos, la exaltación nacional. Una mierda que no sirvió para nada.
En 1995, cuando ya se podía entrever la paz, los combatientes serbobosnios se hallaban en baja forma. Bosniocroatas y bosnios se habían unido para luchar en su contra y, además, Serbia no podía seguir apoyándoles ni militar ni económicamente a causa del embargo impuesto a los serbios por parte de la comunidad internacional. No sé si eran conscientes de tener los días contados y pensaron “nos iremos pero os joderemos”, los últimos coletazos del moribundo o algo así. La hija de Ratko Mladic, que era el jefe de Estado Mayor del Ejército serbobosnio y daba las órdenes de lo que se tenía que hacer, se había suicidado unos meses antes. Tenía veintipocos años y era una brillante estudiante de Medicina. Nunca se supieron los motivos exactos de su suicidio pero se dice que fue a causa del descubrimiento de las atrocidades cometidas por su padre durante la guerra. Se pegó un tiro en la sien con una pistola a la que Mladic tenía mucho cariño y que nunca había usado porque la reservaba para disparar al aire día que naciera su primer nieto. Como si hubiera querido transmitirle algún tipo de mensaje. Dicen que la pérdida de su hija, a la que adoraba, acentuó su rabia y su ira y se volvió todavía más cruel y más capaz de todo. Fuera como fuese, Ratko Mladic fue el artífice de la matanza de Srebrenica.
Precisamente es este episodio de la guerra el que justifica esta entrada y la anterior. Pero necesitaba ponerme en antecedentes para intentar entender cómo y por qué se llegó a aquel infierno. Troceo la entrada para hacerla menos densa porque el tema no es agradable ni ligero ni fácil. Yo también necesito ir digiriéndolo. Así que para la tercera y última entrada de este post, Srebrenica.