Vamos allá:
1. Los grupos de madres. A mí me
encantaría tener un hijo sin tener que ser madre, os lo digo en serio. No
quiero quedar a tomar café con vosotras, ni organizar cenas en las que compartiremos una microensalada
entre veinte con las súpermamis de la clase de las orugas, ni crear un grupo de
whatsapp que al final silenciaré porque no os soporto más y estoy hasta el higo
de vídeos chorras. No os conozco ni tengo ningún interés en hacerme amiga
vuestra. Es verdad que no tengo mucha vida pero la poca que tengo prefiero
gastarla con gente que me apetece y no compitiendo por ver qué retoño es más
listo ni poniéndonos a parir porque fulanita ha organizado una fiesta en el
chiquipark y no me ha invitado o perenganita y zutanita han quedado a tomar
café sin decirme nada. Pero luego, ay qué divina, qué rico tu niño (aunque el
niño en cuestión sea la reencarnación de Chucky). De verdad, yo paso. Correré
el riesgo de exponer a mi hijo a la inadaptación social por culpa de la malvada
de su madre. Mis padres nunca se
relacionaron con los padres de mis amigos y, hombre, no es que sea Miss
Popularidad pero tampoco voy hablando sola por la calle. Nota a pie de página:
me veo en 7 meses contando cómo he quedado para cenar con las madres de la
clase de los osos hormigueros. Ese día lloraré.
2. La gente cotilla. No sé qué me
provoca más, si rabia o lástima por tener que preocuparse por las vidas ajenas
para suplir la falta de substancia de las suyas propias. Id a hacer macramé o
algo.
3. La gente bipolar. ¿Sabéis esa
clase de gente que un día viene y te ladra y todo es un puto desastre y la vida
en la Tierra no tiene sentido y al día siguiente te da besos en la boca y todo
es maravilloso y los pajaritos cantan y tú eres chachi piruli? Pues esa gente.
Id a que os miren y luego volvemos a hablar.
4. Que invadan mi espacio vital en el despacho. A ver, el despacho tendrá unos doscientos y pico de metros cuadrados. Somos 8 personas. Tocan alrededor de 30 m2 por persona. ¿Es estrictamente necesario que os pongáis a hablar pegados a mi espalda? ¿Que si me levanto durante una décima de segundo a buscar un vaso de agua, cuando vuelva os hayáis sentado en mi silla? ¿Que contestéis desde MI teléfono, de pie, detrás de mí, habiendo nueve teléfonos como hay? En serio, me molesta infinito. O que me pregunten todos los putos días de la semana, pero todos, ¿esta tarde vienes? Vamos a ver, hazte un calendario en fosforito o tatúatelo pero no sabes que, desde hace casi un año, las únicas tardes que no vengo son las de los lunes? Tampoco hace falta tener un máster cum laude para acordarte, digo yo.
5. Más de despacho. Alguien: oye, que es fulanito, que pregunta por tu
hermana. Yo: pues no está. Alguien: ya, pero es que dice que es muy urgente. Yo: sí,
pero es que no está. Alguien: y qué
le digo? Yo: Pues…que no está?
Alguien: pero es que es muy muy urgente. Yo: Vamos a ver, y por qué me lo dices a mí? Que no está, yo qué sé, es mi
hermana, no mi alter ego, que vuelva
luego. Es que tiene tela.
6. La gente impresentable del tipo, ¿quedamos el viernes? Vale, en principio sí.
Y tú, ¿en principio? Bueno, sí, si no me
sale nada sí. Coño pero si ya te ha salido, ¿no estás quedando conmigo? Os
vais a perdonarle la vida a vuestra madre, gentuza.
7. Yo: mamá, el sábado de dentro de 6 meses, ¿te podrás quedar con el niño? Madre: claro,
hija. Llega el día en cuestión. Yo: mamá,
te traigo al niño, vale?. Madre: uyyyy,
¿era hoy?? Es que tenemos una comida.
Yo: mamá, te lo dije hace seis
meses. Madre: ya hija, pero es que me
avisaste con tanto tiempo que se me había olvidado. Tomas nota y la próxima
vez avisas con dos semanas: hija, es que me avisas con tan poco tiempo
que ya hemos hecho planes. No, no, pero yo al niño me lo quedo cuando haga
falta,¿ eh? Si es que la juventud de hoy
día claro que tiene hijos, total, el
mochuelo es para los abuelos. Con un par. Pero bueno, esto daría para otro
post.
8. Creo que mi amante esposo me lee
poco, o directamente no me lee. Y si me lee tampoco es nada demasiado
comprometido y él sabe que lo digo desde el más profundo cariño. Así que lo
digo. Me saca de quicio que lleguemos a casa y, así se estén hundiendo los
cimientos del edificio y corramos peligro de derrumbe inmediato, el niño se
haya abierto la cabeza y vaya desangrándose en modo Carrie por el pasillo y haya explotado el gas en la cocina, todo a la vez, él, antes que nada, se tenga que preparar la ropa para el día
siguiente, toda allí bien puestecita en una silla del comedor. Eh, que lo
entiendo. Empezar el día con la adrenalina de tener que decidir espontáneamente
si te pones una camisa azul o una blanca no puede ser bueno para la salud
mental de nadie.
Y diría que por hoy es
suficiente. Pero ahora que le he cogido el gustillo a esto de los desahogos
gruñones no me sorprendería que cualquier día se me ocurran un montón de cosas
nuevas. Estaré atenta a mi bilis.
Nena t'has desfogat be jajajajajajajajajajajajjajjaja...... molt bona teràpia!!!!!!!!
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