martes, 1 de abril de 2014

Los de la uni




Me gusta tener a mis amigos en distintos compartimentos, como si fueran pequeños cajones en los que guardo recuerdos por separado. Así, dependiendo del cajón que abra, sé con qué me voy a encontrar y me resulta reconfortante anticiparme a lo que me espera.
Cuando estudiaba en la Universidad de Barcelona formé un compartimento con mis amigos de la uni. Hoy, 12 años después de conocernos, siguen en ese mismo compartimento a pesar de abrirlo en contadas ocasiones. Y es que los años, las vidas propias, las parejas, los hijos y la falta de vínculo académico han hecho el trabajo que les toca y nos vemos muy poco. Pero lo que mola de los de la uni es que pueden pasar muchos meses sin tener contacto cuando, de repente, alguien se descuelga, manda un mail y todos nos apuntamos a lo que surja. Y lo bueno es que, cuando nos volvemos a ver, parece que no hayan pasado más que unos días desde que nos vimos por última vez. Los de la uni somos cinco. Cuando todavía íbamos a clase, a veces se nos acoplaba alguien a las cenas y saraos pero, históricamente, hemos sido básicamente nosotros cinco y, desde que terminamos, no hemos vuelto a saber de los acoplados.
Los de la uni somos un grupo heterodoxo:

X. es el más joven del grupo. Cuando lo conocí era un crío, ahora rondará los 30. Tiene pinta de adolescente gamberro pero es un buen tío. Se echó novia con 6 años y se casó con 14 más o menos. Daba como ternura verle ahí casándose tan jovencito. Me pedía invariablemente los apuntes. Luego me enteré de que le vendía MIS apuntes a un tío mayor que curraba y no podía venir a clase. Qué cabrón. Pero cuando terminamos la carrera, en una cena en el Buddha Bar, me regaló un colgante y unos pendientes en agradecimiento. Es súper culé y come como si no hubiera un mañana, a pesar de lo cual sigue flaco como si fuera un adolescente con solitaria. Le odio.

También está E., que es alto y guaperas y tiene una boca bonita. Que ya sé que es una descripción un poco superficial pero es que es alto y guaperas y tiene una boca bonita, no es mi culpa. Me apostaría las dos piernas a que se ha hartado de ligar, con ese aire reservado que tiene (o que se pone para molar más).  Es de esa clase de gente que te mira y te presta atención cuando le hablas, como si no hubiera nada más interesante en el mundo que lo que le estás contando. O, si no, lo disimula muy bien porque no parece estar pensando en la hora a la que ha quedado el día siguiente para ir a correr, cosa que es de agradecer cuando estás hablando con alguien.

J. es un tío peculiar. Estudiamos juntos pero luego se hizo poli y no creo que haya una profesión en esta vida que le pegue más. Es muy divertido hablando y puede tirarse horas contándote cómo sigue de incógnito a los malos en el metro o cualquiera de sus últimas teorías conspiranoicas. Pero antes de ser poli ya era un tío peculiar que contaba unas cosas muy curiosas que sólo sabía él. A veces, los lunes, en el bar, antes de clase, hablábamos de lo que habíamos hecho durante el fin de semana y él era capaz de contar sin pestañear que se había pasado 36 horas seguidas viendo capítulos de El mundo en guerra. Leído así da como miedo pero luego no. J es un friqui pero yo le he cogido cariño.

Luego está I., el culturetas del grupo. Es ingeniero de carrera pero yo no le conozco ningún trabajo confesado. O está forrado o se dedica a negocios ilícitos. Es carne de filmoteca y de novelas sesudas. Cuando no está en una exposición está en algún coaching de algo o en el cine o en su casa leyendo tan ricamente. Creo que ahora se ha matriculado en Humanidades.  Me hace sentir un poco sólo sé que no sé nada pero, por alguna extraña razón, cree que soy una tía con criterio y me pregunta opinión sobre cosas. Recuerdo una vez que nos fuimos al cine a ver El ladrón de orquídeas; él salió fascinado, yo incapaz de contar siquiera de qué leches iba la peli. De mayor quiero ser como él.

Y por último estoy yo, que soy gruñona pero un poco les debo de molar porque el efecto de mi poder de convocatoria ha sido del 100%. Así que el viernes, a los de la uni nos espera una cena, gintonics y lo que surja. Seguro que lo retomamos donde lo dejamos la última vez, como si no hubiera pasado el tiempo.

PD: La cena llegó y pasó, aunque nos faltó E. por motivos de fuerza mayor. La primera vez que miré el reloj eran las diez y media de la noche. Cuando lo volví a mirar, después de lo que me parecieron 15 minutos, eran las dos de la madrugada. Gracias, chicos, por una gran noche.

3 comentarios:

  1. Mola, descripcions molt ....de la Marina. Em fa por el dia que descriguis als teus actuals compis de la uni jejejeje

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  2. Jo et mimaré molt .... el llistó està molt alt, Membri haurem de deixar petjada rei.....

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