miércoles, 9 de abril de 2014

Viajar en 21 definiciones

 
Yo soy infinitamente más feliz cuando me voy de viaje. Es un hecho puramente objetivo. No es que no sea una persona feliz el resto del tiempo pero viajar tiene un efecto exponencialmente positivo sobre mi estado de ánimo. Desde que nació mi hijo los viajes han quedado tristemente aparcados pero me consuela pensar que ya no queda demasiado tiempo para poder reemprenderlos. No se me ocurre una mejor herencia para dejarle a mi hijo que mi pasión por descubrir lugares nuevos. Sólo con que le hagan la mitad de feliz que a mí ya me doy por satisfecha.
 
Si pienso en todos los sitios en los que he estado y tengo que definir qué significa viajar para mí, viajar es:
 
1. Poner los pies en Roma y tener la certeza que es la ciudad más bonita que he visto en toda mi vida.
2. Londres. La vida no merece la pena ser vivida si no has estado en Londres.
3. Quedarse en un rincón observando, desbordada, cómo se siente la fe en una iglesia indígena de San Juan Chamula en Chiapas.
4. Tomar una copa de vino al caer la tarde a orillas del río Zambeze con el rugido de las cataratas Victoria de fondo.
5. Quedarse sin palabras ante La última cena de Leonardo da Vinci en la iglesia de Santa Maria delle Grazie en Milán.
6. Hacerse pequeña y silenciosa abrumada por la palpable espiritualidad de la ceremonia nocturna del fuego en los ghats de Benarés en la India.
7. Asistir a una misa oficiada por el Padre Tito durante la celebración de las fiestas de Santa Rosa de Lima en Honduras.
8. Tomar un té de menta después de horas callejeando bajo el sol en Dar Cherifa, un café literario espectacular escondido en la Medina de Marrakech.
9. Sobrecogerse viendo la inmensidad del Cañón del Colorado desde un helicóptero.
10. Flotar sobre el Mar Muerto en Jordania en pleno mes de noviembre.
11. Ver El fantasma de la ópera en Broadway.
12. Intentar comprar un billete de metro en Kyoto con un jet lag de tres pares sin llorar en el intento.
13. Ver amanecer desde el Malecón de La Habana, con su luz azul y tranquila.
14. Dormir en el hotel Santa Clara de Cartagena de Indias, antiguo convento de las Clarisas que inspiró la novela Del amor y otros demonios. Cuentan que el espíritu de Sierva María sigue allí.
15. Ver salir el sol desde una duna del desierto de Erg Chebbi en Marruecos tras pasar la noche bajo las estrellas.
16. Detenerse ante la energía espiritual que desprende el muro de las lamentaciones en Jerusalén.
17. Bañarse en la inmensidad del mar Egeo a los pies del Templo de Poseidón, dorado por el sol de la tarde.
18. Regodearse en el glamour de las curvas de la carretera de la costa amalfitana después de culturizarse en Pompeya. Comer pizza en Nápoles.
19. Cenar al calor del fuego en la soledad de la noche de la reserva Sabi Sabi en Sudáfrica.
20. Empaparse de historia con una guía particular y erudita en el cuartel Moncada de Santiago de Cuba.
21. Y, por supuesto, coger el 60 para ir de Buenos Aires al Tigre :)


4 comentarios:

  1. He escrit un comentari que s´ha perdut per ciberespai...intentaré repetir el texte
    Aquesta llista m´ha recordat un professor de 65 anys de Girona, que vaig conèixer al cor de l´Àfrica. L´Antoni Munssons havia viatjat a més de 80 països, i durant els dies que vàrem compartir viatge per les muntanyes Ruwenzori, vaig veure el món pels seus ulls, vaig conèixer les aventures i desventures de Burton, Speke, Doctor Livingstone, etc. de la mà d´un enamorat del viatjar, Vaig apendre a gaudir del pre, durant i el post viatge. Sens dubte un home felç l´Antoni. Avui he tingut una mica la mateixa sensació llegint el teu post. Gràcies i paciència, els viatges tornaran jejeje :)

    ResponderEliminar
  2. Gràcies pel comentari :)
    Vull tenir 85 anys i seguir enamorant-me cada vegada que viatjo.
    Jo gairebé diría que el millor d'un viatge és l'anticipació, els preparatius.

    ResponderEliminar
  3. En comparteixo alguns. D'altres els desconec perquè no hi he anat, però els teus comentaris han fet que m'entrin moltes ganes! M'agrada el teu bloc!

    ResponderEliminar